A. y B. también han tenido sus jornadas riojanas y, en ellas, han tenido sus tenidas. La tierra invita no demasiado al arte mayor y más bien a las prosodias hipotéticas.
A. y B. cruzan el Ebro y suben hacia el pueblo de Briones:
- Las grajas han descansado esta mañana.
- Las grajas han descansado esta mañana.
- Esta mañana sin grajas desgranada.
- Desganada mañana de los ganaderos con fusil.
- O monótonos mojones en la nacional rutinaria.
- Pues allí está el estop y ahora pa dónde.
- Dónde el azar nos lleve caballo loco.
A. y B. no toman precauciones en sus diálogos de barbos con sabor a barrizal o a río seco.
Uno de ellos es capaz, sin embargo, de apuntar una teoría que el futuro, si no lo ha hecho el pasado, apuntalará:
- Es también muy posible que lo que contemos sean los latidos de quien nos escucha, o de quien nos debiera estar escuchando, para lo que estamos singularmente dotados. Así, nuestras profanas prosas se ritman como tu citröen, donde amarillea tu citröen.
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