Es decir, hay una, la que se dice por defecto, de la que en negativo se predica que es directa. Pero las partes están dadas y sus géneros y especies definidos de antemano. El lingüista comienza desde abajo, pero sabe qué tipo de cosa anda buscando, fonos de los que ascenderá a los fonemas, y de ahí anagógico por su scala naturae, o por (en expresión igualmente inexacta) por la scala eiusdem naturae.
Las piezas que combinamos las obtenemos de los todos que se nos dan en intervenciones reales. De ellas extraemos el modelo que las idealiza, de donde se ha cancelado al hablante y al oyente, sus pausas y sus intenciones, como un carraspeo o un ruido de fondo que no hace al caso. Como partimos de lo complejo, resulta que lo inverso acaba por descubrirse como lo directo: como -de manera más simple- el sexo débil que resulta ser el fuerte, etc., un pequeño y sabido regate dialéctico. No es de extrañar que hayamos acabado por pensar que nacemos sabiendo hablar.
Las piezas que combinamos las obtenemos de los todos que se nos dan en intervenciones reales. De ellas extraemos el modelo que las idealiza, de donde se ha cancelado al hablante y al oyente, sus pausas y sus intenciones, como un carraspeo o un ruido de fondo que no hace al caso. Como partimos de lo complejo, resulta que lo inverso acaba por descubrirse como lo directo: como -de manera más simple- el sexo débil que resulta ser el fuerte, etc., un pequeño y sabido regate dialéctico. No es de extrañar que hayamos acabado por pensar que nacemos sabiendo hablar.
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