Hablado. Ni caligramas ni pictogramas. Un sonido articulado para un color u otras sinestesias. Iconismo disparatado de las ondas. Ni el sonido ni la calificación del sonido. Unas consonantes picantes o unas vocales amarillas. Como Rimbaud, pero a lo bestia. Sílabas como anillos de humo.
Arturo Schade, Poética infrahumana, Buenos Aires, 1946.
Todos los libros mostrando sus corales residuos, una carga de sentido que de vez en cuando surge de las profundidades. Y algún inadvertido paseante para escuchar con sus opacos ojos.
Arturo Schade, Veinte años de poéticas indignadas, Buenos Aires, 1967.
Arturo Schade, Poética infrahumana, Buenos Aires, 1946.
Todos los libros mostrando sus corales residuos, una carga de sentido que de vez en cuando surge de las profundidades. Y algún inadvertido paseante para escuchar con sus opacos ojos.
Arturo Schade, Veinte años de poéticas indignadas, Buenos Aires, 1967.
En el parque zoológico, en este diciembre de paseos últimos, el oso polar está que parece que va a decir basta. Pero su pelambre, de cromatismo indescriptible y liquenoso, parece chirriar como los violines del anticuario.
Arturo Schade, Veinte notas para el suicidio y la factura del químico, editadas por Cristina Schade, Buenos Aires, 1971.
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