Conocer. Vamos a decir que no sólo hay infinitas palabras potencialmente, o palabras infinitamente largas también potencialmente, sino incluso palabras actualmente infinitas, cuya pronunciacióna gota el tiempo y las gargantas. A lo bestia. Que haya más palabras que cosas. Adviértase la situación. Seguirán existiendo, malgré Kronecker, a su manera meinongiana los números reales para recibir esos nombres infinitos. Según hablamos y por ejemplo vamos recitando decimales aleatorios, pasaremos algunos reales de la zona Meinong A a la zona Meinong B. Algunos que son biyectables con todos, pero eso aquí no sé si nos importa.
Crearemos cosas no como los bancos centrales o los bancos sin más crean el dinero, sino más bien como Afinsa, pero qué se quiere, crear no es tan fácil.
Puede pensarse también que esas cosas que se crean con los nuevos nombres no son sino los nombres. Ahora, de esta hipótesis es fácil pasar a la que dictaría que ser, lo que se dice ser, que se dice en seguida, sólo son los nombres.
Como es sabido, las selvas ontológicas se podaron en el primer tercio del siglo XX considerablemente. Si se podaron, es que ahí estaban. Que vengan los ecologistas.
Crearemos cosas no como los bancos centrales o los bancos sin más crean el dinero, sino más bien como Afinsa, pero qué se quiere, crear no es tan fácil.
Puede pensarse también que esas cosas que se crean con los nuevos nombres no son sino los nombres. Ahora, de esta hipótesis es fácil pasar a la que dictaría que ser, lo que se dice ser, que se dice en seguida, sólo son los nombres.
Como es sabido, las selvas ontológicas se podaron en el primer tercio del siglo XX considerablemente. Si se podaron, es que ahí estaban. Que vengan los ecologistas.
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