Como unidad básica la oración compuesta, pero no cualquiera, sino una total, amazónica, con todas las posibilidades, abstracta por tanto: una vez concreta, se podría incrementar y ya no valdría.
Cualquier oración real es una poda salvaje, reducir a casi nada posibilidades realmente inauditas, desde el paleolítico. Pero una poda de nada no es una poda, que decía el otro.
Hablar es cerrar no sólo otras opciones alternativas –decir “gato” y no “perro” o “él”–, sino sobre todo seleccionar un arbolito que, claro, ya no es ninguna selva, cerrar constituyentes para no volver, salvo si algo diletante nos apuntamos a un hipérbaton.
Cualquier oración real es una poda salvaje, reducir a casi nada posibilidades realmente inauditas, desde el paleolítico. Pero una poda de nada no es una poda, que decía el otro.
Hablar es cerrar no sólo otras opciones alternativas –decir “gato” y no “perro” o “él”–, sino sobre todo seleccionar un arbolito que, claro, ya no es ninguna selva, cerrar constituyentes para no volver, salvo si algo diletante nos apuntamos a un hipérbaton.
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