El monumento más perenne lo es si monumento, lo cual es decir fenómeno: está delante del espectador y ahí se cumple. La erección del monumento, decimos. El libro es un monumento en su caso, perennidad aparte, porque se lee y se lee públicamente.
O erijamos el monumento al monumento desconocido, o al monumento secreto, que no quiso descubrirse, que no se quiso patente. O al texto secreto, leído por una mente infinita y rico, en buena consecuencia, en oxímoros y tachaduras.
3 comentarios:
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