Los profesores, la mayoría de ellos, del bachillerato, no decían nunca sus nombres. No se presentaban. Es posible consignar algún caso de honor ofendido contiguo a la histeria ante la pregunta por su nombre. Esto, que es una completa monstruosidad y una muestra de mala educación difícilmente igualable, fue así curso tras curso, año tras año, durante siete, allá en los setenta del siglo pasado.
Esta era una pauta de conducta absolutamente generalizada, seguida por casi todo el claustro, dignifiquemos el asunto, del centro, pero no era una consigna explícita. Eso aumentaba el misterio y la frecuencia de las perífrasis: “el de química”, “el de latín”, perífrasis de referencia nunca unívoca dado el tamaño del centro, lo que dicho sea de paso dificultaba extraordinariamente las informaciones sobre cualquier profesor, pues la autoridad competente, falangista por supuesto –y de quien, por otro lado, pueden recordarse rasgos de una personalidad peculiar–, cortaba cualquier informe con el comentario de mayor potencia descalificadora a su alcance: “O sea que usted no sabe quién es su profesor”.
En fin, el conocimiento de los nombres, ese trozo vulnerable del alma de cada uno. Del alma de Hermógenes, de la de Cratilo.
Esta era una pauta de conducta absolutamente generalizada, seguida por casi todo el claustro, dignifiquemos el asunto, del centro, pero no era una consigna explícita. Eso aumentaba el misterio y la frecuencia de las perífrasis: “el de química”, “el de latín”, perífrasis de referencia nunca unívoca dado el tamaño del centro, lo que dicho sea de paso dificultaba extraordinariamente las informaciones sobre cualquier profesor, pues la autoridad competente, falangista por supuesto –y de quien, por otro lado, pueden recordarse rasgos de una personalidad peculiar–, cortaba cualquier informe con el comentario de mayor potencia descalificadora a su alcance: “O sea que usted no sabe quién es su profesor”.
En fin, el conocimiento de los nombres, ese trozo vulnerable del alma de cada uno. Del alma de Hermógenes, de la de Cratilo.
1 comentario:
Hombre, no solo se llamaban "el de química", "el de matemáticas"... Había "nombres" mejores :-)
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