viernes, agosto 25, 2006

Espejo velado. Agotada lámpara.

Las palabras que no denotan nada y sus reconocidos sufijos, de majestad antes que prestigio. Abstractos para denotar un vacío o una maraña. Encuadrables de lengua en lengua y tan hinchados. De una materia engañosa y barroco como el túmulo de un rey y todos sus valentones.
Sustituibles entonces, si nos pagan, por adjetivos fríos y dignos, cortados a escuadra y atribuidos a un sujeto funeral y fúnebre. Que a su vez podrán invitar a sustantivos concretos, de referencia corpórea, o aparentemente corpórea, que mantengan el hielo o el espantajo, que hay vida muerta, pero no vencida. En endecasílabos euclídeos y distantes.

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