lunes, noviembre 13, 2006

Ambigüedad

A es B, ó A guarda tal relación con B. Por ejemplo, Juan es hijo de Pedro. Supongamos que se nos puede aclarar bien de qué Juan se trata, bien de qué Pedro, pero no se nos pueden aclara ambas cosas. En la situación más favorable, podemos utilizar argumentos lógicos o probabilísticos para tomar una decisión que nos permita, producida una desambiguación, apostar confiadamente por cómo será la otra y, en consecuencia, por la interpretación correcta del enunciado. De un lado tenemos lo que conozcamos acerca del universo del discurso; por otro tenemos la relación de la que habla el enunciado.
Así, por ejemplo, si sólo hay un Pedro preguntaremos por Juan. Si hay dos Pedros, pero uno de ellos es sólo diez años mayor que el menor Juan, convendrá preguntar más bien por los Juanes.
Pero las situaciones en que saber de A no aumenta nuestro conocimiento de B, las situaciones de independencia para un universo de discurso y una relación dada, ¿admiten una estrategia mejor que otras? En principio, no parece. Puede idealizarse la situación con la que se tiene con la extracción (siempre con reemplazo) de una bola numerada de una bolsa con veinte bolas y otra de otra bolsa con otras veinte. Fuera de nuestra vista, se han realizado las extracciones y estamos obligados a acertar las dos. Obviamente, si se nos ofrece la ocasión, conviene hacer una pregunta; nuestra incertidumbre se reduce en un factor de veinte.
Supongamos que con los mismos pares de extracciones, se da a dos personas separadas la posibilidad de hacer una pregunta sobre cada extracción. Si después de un número de pruebas se les permite comparar suocimientos respectivos, tendrán un conocimiento total de una extracción determinada cuando hayan preguntado por resultados de bolsas distintas. Se abre obviamente la perspectiva de utilizar la lista de resultados para comunicar al colaborador qué bolsa elegir en una serie psoterior de extracciones: “Elige siempre la segunda que yo elegiré la primera”. Desde luego, la cosa es difícil, pero más si el mensaje es sólo una lista de números –los de las bolas- y no se indica por qué bolsa se ha preguntado. Si hay coincidencia, es que se ha elegido la misma bolsa (la mitad de las veces en promedio) o que las dos bolas tienen el mismo número (un 5% en promedio, aunque obviamente pueden darse las dos circunstancias simultáneamente).
Si sólo hay un experimento y podemos echar un vistazo a una lista de resultados de una y otra bolsa, esto es, una lista con uno o dos números del 1 al 20 repetidos en su caso, una segunda lista dará una información suficiente –y con gran seguridad, redundante- con tal de que no coincidan todos los turnos de las bolsas pedidas. Lo que debemos hacer es pedir echar un vistazo a un par no coincidente si lo hay.
Volvamos a las frases esquematizadas al principio. Si un número de individuos pueden solicitar independientemente una desambiguación y lo hacen al azar para mejor evitar el triste caso de que todo el mundo pida la misma desambiguación, deberemos reunir a dos de ellos cuyas informaciones no coincidan. Si no los hay, nos basta con uno.
¿Funciona tal cosa o cosa análoga en la comunicación normal y corriente entre personas? Observemos que nuestra situación simplificada no es muy distinta de la que se da cuando una interpretación frente a otras se extiende en un colectivo. En efecto, podemos analizar este caso como uno en que las decisiones individuales se hacen sobre el conocimiento de las interpretaciones dadas en un entorno (social, se entiende) de cada sujeto. Puede pensarse que un individuo prefiere optar por interpretaciones que comparte con una mayoría de sujetos (sin perjuicio de que, en ocasiones, sea coveniente a los efectos que sean una estrategia "excéntrica" de oponerse a la mayoría).
Sin embargo, estamos hablando de interpretaciones coherentes que se refieren a desambiguaciones de múltiples referentes y, sobre todo, no tanto de la extensión de una interpretación como de su primera aparición. Podemos pensar que los sujetos se apunten a la primera interpretación completa y coherente disponible o, en cualquier caso, podemos admitir que la interpretación que "llega primero" parte con ventaja en la competencia con otras por la extensión. Es clave entonces que una primera interpretación completa aparezca. Una vez producida esta, su difusión puede responder a un modelo como el aludido.
El requisito de que la interpretación sea completa no es demasiado exigente. Es algo para lo que los humanos tenemos particular facilidad. Por otro lado, es razonable pensar que no todos los individuos pueden desambiguar todas las partes del mensaje con la misma facilidad, ya sea pretendida. La completitud es tarea colectiva, pero obsérvese que esto facilita más que dificulta la rápida difusión de la interpretación. Además las interpretaciones unívocas de los referentes rara vez será mutuamente independiente, independientemente de su verdad o falsedad. Y es que somos unos chismosos.

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