viernes, noviembre 10, 2006

Proceso

No pocos manifiestan, ante el sintagma "proceso de paz", sus prevenciones hacia lo de paz. Yo las proclamo ante lo de proceso, y no por que me acuerde de Joseph K, que no me acuerdo. Con el proceso, no la toques más que así es la cosa, hemos sacralizado a la republicana los secretos de Estado y sus movimientos alpinos. Hemos dotado de objetividad radiactiva a un relato virtual al que los humildes mortales, ya seamos pájaros de cuidado o simples incautos, sólo podemos perjudicar, desviar de su ascensión hacia un paraíso como de los santos de los últimos días.
Independiente de los actores que deben serlo en democracia, con la verdad cósmica de una esfera bruñida que nuestros comentarios o inquietudes sólo pueden mellar, en su altar, el proceso viene acompañado también de los consiguientes y consecutivos expertos. Oiga usted, las grandes batallas eran sólo estreñimiento a la espera de un facilitador. Una ideología de todo está controlado y no importa que no hagamos nada. Es el reverso o el simple derecho de la tesis de que dado lo determinado de la revolución, podíamos seguir dejando pasar el tiempo, que es lo único que el tiempo suele hacer. Ahora es todavía más fácil: el republicanismo ha desembocado en la política de la confianza ciega, estúpida, en el hada madrina.
Si el proceso es la simple maduración del perdedor, como piensa los optimistas, casi todo será aceptable, señora baronesa; pero nos tememos que la hipóstasis del proceso descabalará los papeles y las posiciones, la definición de cada parte. El proceso permanecerá; nosotros nos habremos ido. Disueltos.

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