Las palabras se lanzan como pedradas inconexas pero compactas. Acaban por dibujar la atroz arquitectura del aire o de la asamblea de homicidas. Cómo decir palabras con cosas más bien romas y escasamente tenaces. Siempre hablan las armas, las mejores. Cuando esto no se cumple es que vivimos tiempos de confusión. No sabemos quiénes somos.
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