lunes, abril 16, 2007

Lenguaje como espejo

Por más que el espejo provea de una borrosa metáfora a la teoría del conocimiento, no se alcanza ésta al lenguaje, correlato del primero. En efecto, el lenguaje es un cuchillo antes que un espejo. No vale pensar en un muy bruñido cuchillo o en un espejo roto y cortante. Y antes que un cuchillo, lo que el lenguaje hace con las cosas es, se diría, destacar algunas sobre un fondo indiferenciado que, al cabo, deja de llamarnos la atención.
Y es que es difícil pensar en espejos especializados por naciones, opacos o turbios la mayoría para cada uno de nosotros. Por otro lado, si la metáfora del conocimiento como espejo no se sostiene (miramos un objeto, en lugar de mirar lo que hay delante de éste), podríamos concederle una oportunidad a la dicha del lenguaje como espejo. Oímos el trueno como oímos la palabra trueno. Pero un trueno no es el otro.
En tiempos de San Pablo, los espejos debían ser especialmente desiguales y fungían de metáfora de la ignorancia más o menos indocta pero promisoria ("Videmus nunc per speculum in ænigmate : tunc autem facie ad faciem. Nunc cognosco ex parte : tunc autem cognoscam sicut et cognitus sum"). De ahí que pudiéramos, por analogía, comprobar la metáfora especular para el caso del silencio o de la más definitiva afasia.

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