Enfrentados a una traducción -sobre todo quizá de poesía- dejamos atrás la coincidencia entre las soluciones efectivas del traductor y nuestro criterio más o menos gratuito o sesteante. Lo que finalmente celebramos es el ligero énfasis que apreciamos en el descubrimiento y señalización de un problema. Reconocemos al traductor enfrentado ya sea a una bifurcación, ya sea a un callejón sin salida y reconocemos el trabajo y el ejercicio de la inteligencia.
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