Va con los diccionarios ser finitos pues el orden lexicográfico está profundamente comprometido con la finitud: o un número finito de entradas o la modulación del orden lexicográfico por la longitud de las palabras.
No puede haber un diccionario de números naturales: infinitos según las últimas estadísticas, el orden lexicográfico va de suyo con el sistema de numeración que también los ordena, etc, etc.
Imagine el lector una lengua de infinitas palabras en que -como es habitual en los diccionarios de palabras- la longitud de las palabras no cuente. Tal diccionario es imposible y no por la infinitud sin más, sino porque la infinitud conlleva la inencontrabilidad, que es palabra que no sé si hay diccionario que la recoja.
Añadamos que al lingüista que piense que nada hay en la gramática que obligue a que las oraciones sean de longitud finita (y por tanto su conjunto de cardinal contable), cabe señalarle que la lengua se hace también con el diccionario, con el principio de finitud, como hemos visto.
No puede haber un diccionario de números naturales: infinitos según las últimas estadísticas, el orden lexicográfico va de suyo con el sistema de numeración que también los ordena, etc, etc.
Imagine el lector una lengua de infinitas palabras en que -como es habitual en los diccionarios de palabras- la longitud de las palabras no cuente. Tal diccionario es imposible y no por la infinitud sin más, sino porque la infinitud conlleva la inencontrabilidad, que es palabra que no sé si hay diccionario que la recoja.
Añadamos que al lingüista que piense que nada hay en la gramática que obligue a que las oraciones sean de longitud finita (y por tanto su conjunto de cardinal contable), cabe señalarle que la lengua se hace también con el diccionario, con el principio de finitud, como hemos visto.
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