La retórica del reto y el noble arte de la pesca con caña, pero con un cebo en el dominio con tendencia a enmohecerse del honor.
Los cebos con palabras son muy visibles cuando somos la tercera persona o el público del teatro. Llegan a serlo también cuando nuestra implicación en el asunto es mayor. Pero nos acaba por no importar. Como los amores locos, según las últimas estadísticas. Se trata de saber que estamos para salir de la taberna y enfrentarnos, en su terreno, con un jugador de ventaja y cuatrocientos mil de sus compadres. O no salir de la taberna y resolver el sudoku ante los cronómetros de todo el bar. Trufar entonces el razonamiento de excusas en un teatrillo hipotético, cegados por candilejas aceitosas. O por la cerveza caliente.
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