La conspiración o montaje en decadencia ya para media España y la totalidad de Alemania, aprovechamos la volatilidad del quiosco y nos hacemos con la película de Roy Hill, George. Asistimos una vez más al teatro dentro del cine: a veces sabemos que es teatro y a veces no lo sabemos, en este grift en abîme. Cuando pensamos saber que asistimos a una comedia en que el gran Robert Shaw está picando como sirviendo de aperitivo a los tiburones, nos creemos al cabo de la calle, sólo para que Gondorf o Gondorff nos engolfe, para descubrirlo a su debido tiempo, como a Hooker y sus never hooked fingers, para su bien o el nuestro.
No es sólo el convenio de que lo que vemos no sea lo que esté pasando de verdad. Es más bien que se nos hace creer que sabemos qué está pasando, aun viendo otra cosa, para que luego descubramos que nos equivocábamos. O para que se imponga la retada omnipotencia narrativa de los tramadores con Gondorff o Gondorf a la cabeza, con sus recursos como salidos del último de los callejones. Pero la película no es un timo, ¿o sí? Nos ha mostrado la mecánica del engaño y nos ha mostrado, creemos, su propia mecánica como película. ¿O no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario