Las glorias, que supuestas, y otras ficciones de esta región se cantan en una prosa que parece esparcida por un decorador anticuado. Es discurso de decorador: sin arquitectura. Que no es música y sí el hilo absurdo de un hilo musical memo como él solo. Que es una infamia sin otra ley que la elegancia ausente, perdida. O más bien insospechada.
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