La lectura en voz alta y la de la música nos devuelve a una disciplina que se perdió con la lectura silenciosa, una actividad totalmente diferente. Esta última es una lectura sin pautas y algo escasa de disciplina. O quizá ordenada por una disciplina que no se comunica con la primera y que suele ceder a la indulgencia. Como en el chiste: Brosio, Am brosio.
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