Las suaves rachas y sus sorpresas. Los ritmos de una cosa y de la otra. El arte de la versificación es el de la repetición entre sutil y mecánica. El arte de la prosa busca que ni las repeticiones aparentes lo sean. Lo cual se suele conseguir por el expediente de que las inevitables repeticiones, y las deseadas, lo sean cada vez sobre un soporte distinto.
A cada tipo de verso lo define un rasgo lingüístico que puede repetirse con mayor o menor regularidad y fortuna. A la continua prosa le conviene el cambio de montura, un travestismo gramatical que no respete el programa de mano.
Tampoco descartan los tratadistas que los esquemas de la prosa sean tan rigurosos como para esconder sus rigores. Versos emboscados, un crucigrama que es, de pronto, el damero maldito. Como decía el prosista: "Ya suena la prosa, sus graves períodos, claros, sonoros. Las comas disputan el paso triunfante de mil caracteres. No tengo mejores ejemplos que discos rayados de autores pasados." O como recitaba el bertsolari:
Tampoco descartan los tratadistas que los esquemas de la prosa sean tan rigurosos como para esconder sus rigores. Versos emboscados, un crucigrama que es, de pronto, el damero maldito. Como decía el prosista: "Ya suena la prosa, sus graves períodos, claros, sonoros. Las comas disputan el paso triunfante de mil caracteres. No tengo mejores ejemplos que discos rayados de autores pasados." O como recitaba el bertsolari:
Esto será un octosílabo
o no será apenas nada,
tan marsupial como un wallaby.
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