Las palabras que se quedan sin pronunciar obedecen a una extraña gramática de carácter paralógico, pero terrible. Hay quien se empeña en buscar ahí, además de los sentidos verdaderos, nada menos que el sentido verdadero, el cual –una vez enunciado- deja de ser verdadero y deja de ser sentido. Con lo cual, no falta quien sostiene que antes, cuando callado, sí que lo era. Y que lo tenía.
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