El Big Crunch es un final que ofrece la eficaz metonimia de algo que se relaciona espacio-temporalmente con todo lo demás. Pero esa pretensión es vana e irracional. Es una osadía hablar no de muchos, ya de un mundo. En cuanto al Big Bang, la simetría es sólo aparente. La pregunta no sería qué hacía Dios antes de crear el mundo, sino qué era por entonces (ese entonces sin entonces) de cada una de las cosas que lo iban a poblar.
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