Las autoridades académicas dicen promover el aprendizaje de lenguas extranjeras. Vayamos, en consecuencia, comprobando el cumplimiento de sus iniciativas. Cuando el aprendizaje de una lengua se convierte en un fenómeno masivo, administrado por un estado como el nuestro, la misma gramática de esa lengua adquiere un matiz aun más funcionarial y burocrático que de costumbre. La lengua, la misma lengua, se convierte en un centón de reglamentos y recetarios un tanto mandarinescos que exhiben su inepcia para cualquier fin práctico (salvo el muy importante de aprobar un examen).
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