Hay expresiones cuyo valor es justamente su contrario, pero no porque nazcan de una intención irónica; más bien suelen convertirse en un recurso para la posterior ironía que se hace posible por el conocimiento compartido y asumido de la inefectividad de las mismas.
Tomemos dos casos ya clásicos. Primero: “Yo no os he dicho nada”, que funge de inmediato en señal para lanzarse a la difusión de un secreto hasta que sea el secreto que nadie desconoce.
Y segundo: “expresión sacada de contexto”, que viene a significar que tal expresión es la que mejor recoge la intención global del hablante, con mayor fidelidad y sin medias tintas ni medias verdades.
Tomemos dos casos ya clásicos. Primero: “Yo no os he dicho nada”, que funge de inmediato en señal para lanzarse a la difusión de un secreto hasta que sea el secreto que nadie desconoce.
Y segundo: “expresión sacada de contexto”, que viene a significar que tal expresión es la que mejor recoge la intención global del hablante, con mayor fidelidad y sin medias tintas ni medias verdades.
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