Locuciones que nos hicieron, nos hirieron o nos soliviantaron y que son ahora vecinas a las que nos hemos habituado, de las que ya no percibimos el olor que llega de su cocina. De las que no se quedan, quizá muchas, sólo y en algunos casos su memoria sabe a flote con el aroma de una ficción o de un peculiar espejismo psicológico. Y de la superficie vuelven al fondo, donde yacen todos los pecios del diccionario.
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