En 1975 me topé por vez primera con el parámetro (que no Paráclito, de apariciones tan abstractas y consoladoras). Era una t en el libro de matemáticas. Esto es, era una t, no una x ó una y. Esa t era misteriosa como la voluntad del matemático o como la posibilidad de generalizar y crear una clase de cosas de una sola cosa.
Desde entonces, no pocas han sido las ocasiones en que he sido testigo de las visitas incontroladas del parámetro, invasor de disciplinas y amigo de incorrecciones terminológicas sin cuento. Pero el parámetro, como el paráclito, sin duda merece su propia pneumatología, porque el parámetro sopla donde quiere en los campos llecos de las ciencias blandas, tan minados de metáforas, tan falsas como espantapájaros.
Desde entonces, no pocas han sido las ocasiones en que he sido testigo de las visitas incontroladas del parámetro, invasor de disciplinas y amigo de incorrecciones terminológicas sin cuento. Pero el parámetro, como el paráclito, sin duda merece su propia pneumatología, porque el parámetro sopla donde quiere en los campos llecos de las ciencias blandas, tan minados de metáforas, tan falsas como espantapájaros.
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