miércoles, marzo 22, 2006

Cierre

La paradoja del ahorcamiento inesperado o algunas análogas parecen a veces producirse en las meras palabras.
El más mediocre. El más sospechoso. El más diferente. Nos cuesta trabajo encontrar algo paradójico en una descripción como “el más largo de un conjunto finito de listones”. El lector de Martin Gardner (a quien preferimos citar antes que a un filósofo de la escuela analítica(1)) recordará, por el otro lado, su tratamiento de descripciones como “el hombre más mediocre del mundo”.
Como el poeta a veces se levantaba medieval, hoy nosotros nos hemos levantado operacionalistas. Constatamos que hay adjetivos cuyo significado directo conlleva el método de medida, la escala, el método de comparación en su caso, lo cual no lo es de otros adjetivos. La posibilidad de adosar un listón a otro y ver cuál sobresale va en el significado de largo. Con lo de mediocre, sólo considerar la lista de candidatos al premio, elimina a éstos. Fatal concurso.
Es importante recalcar que en muchas ocasiones, el superlativo implica un número finito de candidatos. No podemos acordar que el culpable de una novela será siempre el personaje menos sospechoso, porque está ley eleva a máximo sospechoso al sospechoso mínimo. Sin embargo, ante un número infinito de sospechosos podríamos contemplar dos situaciones distintas: tenemos una función sobre N que nos da, vamos a decir, algo así como la probabilidad de que alguien sea culpable (piense el lector en una distribución hiperbólica); o bien no tenemos un procedimiento por el cual los infinitos sospechosos –suponiendo que nadie sea infinitamente sospechoso– aparezcan numerados y podamos aplicar la fórmula: en otras palabras, cada minuto llega un sospechoso nuevo e inesperado a la comisaría para desesperación de Chazz Palminteri, Tito Valverde y compañía. Esta última parece una situación más ajustada a lo que nos cabe esperar. Recuerde el lector que en la paradoja del ahorcamiento inesperado se comienza por limitar el plazo de los días para la ejecución de la ejecución, con lo que nos situamos en la situación finita y limitada, en que la paradoja aparece con toda su potencia.
Aunque la cuestión merece un tratamiento detallado, aquí no iremos más allá y nos quedaremos en afirmar que algunos adjetivos expresan propiedades que son paradójicas en su distribución, la cual es asimétrica, irrepetible entre los individuos pero de cristalización imposible. El novelista distribuye los grados de sospecha entre los personajes, pero esa distribución se transforma ante nuestros ojos, magia escénica.
Ante nuestros ojos: Si hubiéramos dicho que el culpable de una novela será siempre el personaje que nos parece menos sospechoso, probablemente estaríamos dando no una ley imposible, sino una máxima o regla de cierto interés. Pero así exactamente tratan algunos de disolver la paradoja del ahorcamiento: si las propiedades se quedan en fenómenos, lo que tenemos delante de los ojos unos u otros, no hay problema (o hay otros problemas), pero la semántica y la lexicografía se nos hacen un sí es no es más volátiles. Campos semánticos que no podemos cercar.

(1) La penúltima vez que hablamos de atomismo lógico, nuestro interlocutor pensaba que estábamos en Def Con Dos, beastie boy que era el hombre.

3 comentarios:

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