En la divulgación más bien boba de la hipótesis de Whorf-Sapir y temas adjuntos, la leyenda polar de los muchos nombres de las nieves con que cuenta la lengua de los esquimales revela inevitablemente una ingenuidad que precisamente niega al menos las versiones más radicales de la hipótesis: nombre como categoría translingüística, lenguas conmensurables en sus categorías, la comparación concebida siempre dentro de un género, lo que impide que las diferencias sean tan inconcebibles y tan señaladas como se susurra.
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