En el principio era el verbo: Imaginemos, no obstante, que lo primero de todo fue el adjetivo, categoría tan distinta en su lógica que en su -así digamos- implementación gramatical según las lenguas.
Supongamos, pues, que primero fue el adjetivo lógico. ¿Cómo surgió el primer pronombre, esto es, la primera constante individual o la primera variable? Supogamos que primero fue el adjetivo calificativo al estilo de nuestras gramáticas. A esos arquetipos les sucedería lo que a los objetos en la programación, que una vez definidos hay que crearlos. Pero se supone que lo primero era lo primero de lo habiente, de lo creado por así seguir diciéndolo. Da la impresión de que a ese universo de cualidades le faltaría impulso y contundecia. Es difícil imaginar un adjetivo que pueda utilizarse como interjección. En el principio fue, pues, un ¡caray! o hasta un ¡cáspita!, o un "!". O, como esto no es tampoco muy convincente, igual lo que no hubo es principio.
Supongamos, pues, que primero fue el adjetivo lógico. ¿Cómo surgió el primer pronombre, esto es, la primera constante individual o la primera variable? Supogamos que primero fue el adjetivo calificativo al estilo de nuestras gramáticas. A esos arquetipos les sucedería lo que a los objetos en la programación, que una vez definidos hay que crearlos. Pero se supone que lo primero era lo primero de lo habiente, de lo creado por así seguir diciéndolo. Da la impresión de que a ese universo de cualidades le faltaría impulso y contundecia. Es difícil imaginar un adjetivo que pueda utilizarse como interjección. En el principio fue, pues, un ¡caray! o hasta un ¡cáspita!, o un "!". O, como esto no es tampoco muy convincente, igual lo que no hubo es principio.
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