Optamos por unas o por otras de las que hallamos a nuestro alcance. Las compramos por lo mismo que los décimos de la Nacional: por envidia, por temor a la futura memoria y por la paranoia directa de la numerología de provincias, de la Puerta del Sol, de la Gran Vía o del Pirineo. Generalmente, no nos llevamos ni lo puesto. Ni lo puesto nos llevamos de nuestros trabajosos y negligibles endecasílabos. Aunque acaben en -ado, o en -uta.
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