A los seis años era más bien su apellido y, en todo caso, Teóflo. A eso de los veinte, en la universidad, Teo. Hacía tiempo que no nos veíamos, diré que dos años. Hoy al pararnos los dos en un semáforo me ha salido "Teófilo", como a los seis años, y no "Teo" como a los veinte, los veinticinco, los treinta... Cada ser persevera en su ser, aunque por su asíntota de boomerang que de Elea yo quisiera.
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