domingo, abril 23, 2006

Cubrimiento y cierre terminológico de un campo de ideas

No puede cerrarse un campo de ideas. Ni puede recubrirse terminológicamente. Pero los términos disponibles pueden centuriar ese campo abriendo así el camino a una ontología que parece proceder de la mera combinatoria verbal y que se nutrirá luego de una materia ideológica más bien deleznable.
Este fenómeno, que en los borradores de los nuevos estatutos de autonomía se produce con altas dosis de eficacia, tiene que ver con la reconocida superstición para la que, si tenemos una palabra, entonces poseemos algo que ha sido nombrado.
El fenómeno contrario, pasar del individuo al conjunto definido intensionalmente por una propiedad o un adjetivo es también observable, y no nos referimos al sintagma nominal compuesto por dos sustantivos, como en inglés, sino a los cruces categoriales que nos predisponen a conmutar sustantivos por adjetivos y viceversa. Así, el poeta Francisco Castaño escribe en distintas partes del mismo poema, pero en este orden, los siguientes tres versos:
Penélopes redes.
Heráclitamente.
De amena intemperie.
Lectores hay, al menos uno, que no pueden evitar leer un sustantivo amena cuando llega el adjetivo amena (el sutil oxímoron ayuda). La clave es que primero se ha topado con un epíteto que no es un epíteto y que, además, es un sustantivo, y al poco con un adverbio de modo construido sobre un nombre propio. Por desgracia, estos efectos no se limitan a la estimable obra de un poeta, sino que inundan la prosa de los hechos diferenciales y de las diferencias de derecho. Torcido quiasmo.

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