La aparente contradicción vale porque llueve y no llueve cubren sucesos de intersección no vacía. Podemos tratar esos sucesos de distintas maneras en que no entramos. Limitémonos a recalcar el hecho de que la contradicción es mera retórica. La contradicción expresa no implica contradicción. Llueve puede significar que llueve sin más o también algo que no excluye el no llover.
De hecho, las relaciones entre lógica y lenguaje son de geometría variable. Francisco Garrudo nos comunica el siguiente caso:
- Hijo, veo que tienes muchos cromos.
- (#) Sí, tengo 70 ó 120.
- Pero, hijo, si no sabes exactamente cuántos tienes, se dice tengo 70 u 80, dos números que puedan estar razonablemete cerca del número real.
- No, lo que pasa es que no recuerdo cuantos tengo, pero sé que Juan tiene 120 y yo 70 o viceversa. Así que, como te digo, tengo 70 ó 120.
En fin, podemos interpretar la expresión (#) como una disyunción clásica o como una expresión borrosa pero centrada en un intervalo como 70-80. Pero en español las dos interpretaciones encajan con la oración (#). Nótese que al decir interpretación no hablamos de dos interpretaciones en un mismo lenguaje formal, sino de algo que envuelve otras cuestiones. La interpretación habitual de 70-80 puede modelizarse desde la teoría de la probabilidad o desde la lógica borrosa, o desde vaya uno a saber qué. No es el mismo caso de una oración que admite dos interpretaciones “sintácticas”. Al decir “sintácticas” desde luego estamos diciendo algo de la semántica, pero no estamos eligiendo entre distintos procedimientos semánticos de asignación de la referencia, entre diferentes tipos de representación.
Volviendo a nuestro ejemplo central (#) o al ejemplo titular, podemos pensar que la sintaxis del español, de las lenguas o de la lengua de los hombres, pueda modelizar la diferencia entre las interpretaciones. Que a cierto nivel de interpretación tengamos estructuras diferentes si hay interpretaciones diferentes en sentido fuerte o en sentido débil. Es posible, pero aquí están en juego dos concepciones del lenguaje profundamente diferentes. La autonomía de la sintaxis entendida como no isomorfismo entre estructuras sintácticas y las interpretaciones a las que acceden el hablante o el oyente, frente a la determinación total de la estructura sintáctica por la semántica. A lo bestia, lo que paradójicamente conduce a una sintaxis hipertrofiada.
De hecho, las relaciones entre lógica y lenguaje son de geometría variable. Francisco Garrudo nos comunica el siguiente caso:
- Hijo, veo que tienes muchos cromos.
- (#) Sí, tengo 70 ó 120.
- Pero, hijo, si no sabes exactamente cuántos tienes, se dice tengo 70 u 80, dos números que puedan estar razonablemete cerca del número real.
- No, lo que pasa es que no recuerdo cuantos tengo, pero sé que Juan tiene 120 y yo 70 o viceversa. Así que, como te digo, tengo 70 ó 120.
En fin, podemos interpretar la expresión (#) como una disyunción clásica o como una expresión borrosa pero centrada en un intervalo como 70-80. Pero en español las dos interpretaciones encajan con la oración (#). Nótese que al decir interpretación no hablamos de dos interpretaciones en un mismo lenguaje formal, sino de algo que envuelve otras cuestiones. La interpretación habitual de 70-80 puede modelizarse desde la teoría de la probabilidad o desde la lógica borrosa, o desde vaya uno a saber qué. No es el mismo caso de una oración que admite dos interpretaciones “sintácticas”. Al decir “sintácticas” desde luego estamos diciendo algo de la semántica, pero no estamos eligiendo entre distintos procedimientos semánticos de asignación de la referencia, entre diferentes tipos de representación.
Volviendo a nuestro ejemplo central (#) o al ejemplo titular, podemos pensar que la sintaxis del español, de las lenguas o de la lengua de los hombres, pueda modelizar la diferencia entre las interpretaciones. Que a cierto nivel de interpretación tengamos estructuras diferentes si hay interpretaciones diferentes en sentido fuerte o en sentido débil. Es posible, pero aquí están en juego dos concepciones del lenguaje profundamente diferentes. La autonomía de la sintaxis entendida como no isomorfismo entre estructuras sintácticas y las interpretaciones a las que acceden el hablante o el oyente, frente a la determinación total de la estructura sintáctica por la semántica. A lo bestia, lo que paradójicamente conduce a una sintaxis hipertrofiada.
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