lunes, junio 12, 2006

El alemán sin esfuerzo

Ignoramos si el viejo lema se mantiene. Ignoramos también si en los apartes, a altas horas de la noche, ven que te voy a enseñar un corazón, los promotores del método, sus vendedores o sus viajantes hacían confesiones de compromiso, de consenso: que si se trata de que el esfuerzo no se note, que se trata de no malgastar energías, quién sabe qué otra majaderías.
Compárese en cualquier caso el esfuerzo de manejarse con discos de vinilo (1) al breve de moverse con los materiales del ordenador: seguramente el esfuerzo del picú o pick-up no contaba. Un picú no estaba al alcance de cualquiera.
Ahora bien, el esfuerzo es ineludible. Para algunos, los de cierto intervalo generacional y geográfico, el pick-up fue durante años de nuestra infancia el tocadiscos. Ya desterrada, oímos la palabra “picú”, y la oímos así escrita con la marca de una antigüedad que convertía a Edison en un niño de pecho, a Charles Cros ("Mais Chance, dis-moi donc de quel nom tu te nommes ?") en un mozalbete. Tiempo nos costó descubrir el sandwich o emparedado entre picú y pick-up, y esfuerzo.
En cuanto al alemán, ya se sabe que es imposible, palabra que posiblemente no existe en no sé qué lengua. Recordemos también otro hermoso título: El imposible vencido: Arte de la lengua bascongada, que tuvo a bien dar a la imprenta el Padre Larramendi. Sin despeinarse.
(1) Aunque: "Los discos no son indispensables pare el estudio de "El Alemán sin esfuerzo" pues la pronunciación viene indicada hasta el fin del libro. Pero cuando se han oído una vez, ya no puede uno prescindir de ellos..." Tomamos esto de un libro de Assimil, impreso en París, en el año de Nuetro Señor de 1956.

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