Antes de llegar a la página de los hijos de papá rusos peregrinando a Londres –“la mayoría de ellos”, la de los futuros terroristas– para recibir diabólicos consejos de Carlos Marx, y ello cuando, de haberse puesto en contacto a través de un agujero de gusano con Mariátegui –el lector lo hará simplemente en la página enfrentada del diario El país, en artículo de Eduardo Subirats–, podrían haber recibido fiable información “sobre la comprensión cósmica de la unidad de la persona y la comunidad”, lo que no estaría tan lejos del alma rusa como uno tendería a pensar a simple vista, antes de eso, digo, es un decir, algunas líneas antes de zambullirse en la corrección político-lírica, Monika Zgustova nos ofrece una expresión a recordar y recortar, ella, la traducción, cierta tradición literaria o el mero antojo del lector. Habla de las bombas de los terroristas, de los rusos decimonónicos en particular y dice a propósito del atentado que costó la vida a Alejandro II: “el joven había arrojado un fragmento de segundo demasiado tarde la bomba..”, la que cayó entre los caballos y no acertó con el carruaje.
En otro lugar cualquiera, un “fragmento de segundo” no sería nada, pero en medio de las explosiones, o en medio de la explosión singular del atentado, recibimos una implosión del sentido, tiempo dePlanck notwithstanding para decirlo en erdera. Pero ese convoluto sintáctico parece acompañar a un convoluto semántico o intelectual generalizado en los artículos aludidos. Lástima. Será que hoy no tenemos el día, Razumov.
En otro lugar cualquiera, un “fragmento de segundo” no sería nada, pero en medio de las explosiones, o en medio de la explosión singular del atentado, recibimos una implosión del sentido, tiempo dePlanck notwithstanding para decirlo en erdera. Pero ese convoluto sintáctico parece acompañar a un convoluto semántico o intelectual generalizado en los artículos aludidos. Lástima. Será que hoy no tenemos el día, Razumov.
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