viernes, junio 02, 2006

As you like it

El lenguaje jurídico y sus crecientes laberintos botánicos. Su incongruencia con los resúmenes periodísticos, fértiles en errores. Pero fijémonos en una expresión más bien breve: "siempre que quiera, previo acuerdo".
No queda claro, si tal cosa se escribió en un convenio de separación, en una sentencia de hace tiempo que pretendía interpretarlo, o en un auto más reciente. En cualquier caso, la respuesta canónica en español ha de ser:"¿En qué quedamos?"
El "previo acuerdo" parece referirse a cada objeto del querer (las visitas a un perro, en este caso), no al establecimiento de un régimen. Se entendería que cuando se quiere o cada vez que se quiere, se llama para ver si se puede. Si entendemos que el acuerdo es previo y general, la expresión es contradictoria. Si el acuerdo ha de serlo para cada ocasión, puede ser lo mismo que decir "nunca" o negar el derecho de una parte y la obligación de la otra. Queda quedar, el "en qué quedamos", porque o se ha negado o no se ha acordado nada. Y es que tal es la máquina del lenguaje formulaico, máquina traicionera.
Por otro lado, parece que los juristas no pueden o no deben, como pueden y hasta deben los filósofos (recuérdese el Parménides), dedicarse a las cosas nimias o de poco valor. Pero si esto es un argumento jurídico, seguramente todos los razonamientos jurídicos deberán llevar una marca que señale su separación de otras razones, su propensión a poner la lógica después de las decisiones, los intereses; las formas que disfrazan los contornos intocados de la materia del conflicto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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