viernes, junio 23, 2006

Rareza

Las palabras raras, las más raras son las que no aparecen nunca. Cómo podremos estimar las palabras que no aparecen en un texto o en un corpus. Las palabras inglesas que Shakespeare no utilizó no son todas las palabras inglesas que no usó, sino sólo algunas, las que pudo haber usado, las que estuvo a punto de usar, las que rozan tal vez las sombras de algún manuscrito de atribución dudosa o una edición que nos regala una desviación como una variante con pepinillo.
Porque las palabras que el autor nunca usó, esas verdaderas palabras que nunca usó, nos lo definen y nos lo encuadran. O las que palabras que, digamos, Shakespeare fue el único dramaturgo isabelino que no escribió, dicho sea por encuadrar esta empresa.
El núcleo de las palabras que no se leen en sus páginas, o que se leen porque su ausencia las hace resplandecientes. Porque las evitó, porque nos dicen tanto de su no autor, porque borrarían tantos reglones eruditos y tantas concordancias recibirían su contramolde. Aunque, claro, el de Shakespeare es un mal ejemplo para esto. Y además esas no palabras siempre se podrían acabar por adjudicar a otro no autor que un iluminado desvelará con furia ciega y -el caso es único- duradera.

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