El escéptico en su variante machista tiende a conceder virtudes mágicas a la sustancia; por eso desconfía y le busca alguna denominación sustitutoria. Su sustancia son los corchetes que encierran una rapsodia de rasgos o fenómenos. En general, si el escéptico no es cuidadoso se enfrenta a aporías prestas a saltar a su encuentro. Todo acaba siendo mapas, pero los mapas no pueden aspirar a representar una comarca.
También se da el acabar más pronto que tarde concediendo todo lo que se negaba. Que el país cambie no significa que el mapa, por más que los mapas sean de natural tirando a reluctante, deje de valer automáticamente o que no valga o haya valido nunca. Por eso, en materia de lenguaje el escepticismo es mala cosa. Quien nos pretende convencer de su escepticismo o sólo mostrárnoslo pretende también que sabe y que sabemos de qué está hablando.
Y si dice “hablamos, pero ¡ay! de la idea de lenguaje”, habla como si la crítica de las ideas fuera sólo una liberación de falsos ídolos. Que serán falsos, pero que disfrutan de un monopolio inevitable.
También se da el acabar más pronto que tarde concediendo todo lo que se negaba. Que el país cambie no significa que el mapa, por más que los mapas sean de natural tirando a reluctante, deje de valer automáticamente o que no valga o haya valido nunca. Por eso, en materia de lenguaje el escepticismo es mala cosa. Quien nos pretende convencer de su escepticismo o sólo mostrárnoslo pretende también que sabe y que sabemos de qué está hablando.
Y si dice “hablamos, pero ¡ay! de la idea de lenguaje”, habla como si la crítica de las ideas fuera sólo una liberación de falsos ídolos. Que serán falsos, pero que disfrutan de un monopolio inevitable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario