Se ruega puntualidad. En general, a un colectivo distributivamente. Idealmente, se espera que ningún asistente llegue fuera de la franja difusamente difusa que cubre los minutos anteriores a la hora señalada y que acaba justamente en esta. Se piensa que un máximo de entradas se producirá algunos minutos antes del comienzo.
Pero si se ruega impuntualidad, no puede pensarse en una distribución que decrezca más o menos suavemente desde la hora del comienzo. Ésa es la realidad que vemos todos los días o algo muy parecido. Habríamos de pensar en, por ejemplo, una distribución homogénea. Sin embargo, pensemos en lo que pensemos, ajustarse a una distribución de esa especie exige una rara puntualidad de los individuos, algo así como una salida escalonada en un puente o en una semana santa. Por otro lado, la distribución que se defina impondrá una nueva noción de puntualidad, que tendría que ver con la connotación de regularidad o predictibilidad que va aneja con aquélla.
Pero si somos realistas y la impuntualidad que pedimos es la habitual del goteo que se va extinguiendo, con todas las molestias habituales -ésas sí que no decrecen, así la película nos exija toda nuestra atención- que la acompañan, entonces ¿para qué pedimos nada, si eso siempre lo tenemos, si así está hecho el mundo?
Uno puede ser impuntual, el público que llena la sala puede serlo de varias maneras. Pero si se le ruega serlo, ¡menudo problema!
1 comentario:
Lo que demuestra que ser ingenioso siempre es poco ingenioso a veces.
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