El lenguaje jurídico y sus crecientes laberintos botánicos. Su incongruencia con los resúmenes periodísticos, fértiles en errores. Pero fijémonos en una expresión más bien breve: "siempre que quiera, previo acuerdo".
No queda claro, si tal cosa se escribió en un convenio de separación, en una sentencia de hace tiempo que pretendía interpretarlo, o en un auto más reciente. En cualquier caso, la respuesta canónica en español ha de ser:"¿En qué quedamos?"
El "previo acuerdo" parece referirse a cada objeto del querer (las visitas a un perro, en este caso), no al establecimiento de un régimen. Se entendería que cuando se quiere o cada vez que se quiere, se llama para ver si se puede. Si entendemos que el acuerdo es previo y general, la expresión es contradictoria. Si el acuerdo ha de serlo para cada ocasión, puede ser lo mismo que decir "nunca" o negar el derecho de una parte y la obligación de la otra. Queda quedar, el "en qué quedamos", porque o se ha negado o no se ha acordado nada. Y es que tal es la máquina del lenguaje formulaico, máquina traicionera.
Por otro lado, parece que los juristas no pueden o no deben, como pueden y hasta deben los filósofos (recuérdese el Parménides), dedicarse a las cosas nimias o de poco valor. Pero si esto es un argumento jurídico, seguramente todos los razonamientos jurídicos deberán llevar una marca que señale su separación de otras razones, su propensión a poner la lógica después de las decisiones, los intereses; las formas que disfrazan los contornos intocados de la materia del conflicto.
No queda claro, si tal cosa se escribió en un convenio de separación, en una sentencia de hace tiempo que pretendía interpretarlo, o en un auto más reciente. En cualquier caso, la respuesta canónica en español ha de ser:"¿En qué quedamos?"
El "previo acuerdo" parece referirse a cada objeto del querer (las visitas a un perro, en este caso), no al establecimiento de un régimen. Se entendería que cuando se quiere o cada vez que se quiere, se llama para ver si se puede. Si entendemos que el acuerdo es previo y general, la expresión es contradictoria. Si el acuerdo ha de serlo para cada ocasión, puede ser lo mismo que decir "nunca" o negar el derecho de una parte y la obligación de la otra. Queda quedar, el "en qué quedamos", porque o se ha negado o no se ha acordado nada. Y es que tal es la máquina del lenguaje formulaico, máquina traicionera.
Por otro lado, parece que los juristas no pueden o no deben, como pueden y hasta deben los filósofos (recuérdese el Parménides), dedicarse a las cosas nimias o de poco valor. Pero si esto es un argumento jurídico, seguramente todos los razonamientos jurídicos deberán llevar una marca que señale su separación de otras razones, su propensión a poner la lógica después de las decisiones, los intereses; las formas que disfrazan los contornos intocados de la materia del conflicto.
1 comentario:
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